Ni en la muerte iguales: Aino Marsio, Elsa Mäkiniemi y Alvar Aalto

01/05/2023

 

Las arquitectas de mi generación hemos pasado toda nuestra vida académica y gran parte de la profesional admirando y estudiando a una serie de “dioses” arquitectos, sin reparar, en una serie de mujeres arquitectas, que han trabajado en equipo con ellos y para ellos, compartiendo vida personal y profesional y que, sin embargo, han permanecido ocultas bajo su oscura sombra. Se ha desvalorizado su trabajo, se han apropiado injustamente de sus aportaciones y, por supuesto, no han trascendido ni se les ha incluido en la bibliografía canónica. Es más, a algunas se las conoce casi en exclusiva como “esposas de” o “parejas de”. Estas imperdonables ausencias desfiguran la historia de la arquitectura por la falta de referentes femeninos.

 

Podía enumerar numerosos casos, pero, dada la extensión a la que debo ajustarme, me centraré en Aino Marsio y en Elsa Mäkiniemi, ambas casadas con Alvar Aalto, un genio carismático y creativo que nunca trabajó en solitario. Muy al contrario, lo hizo en estrecha colaboración, primero con Aino y después con Elsa.

 

Las primeras obras las hacen y las firman Alvar y Aino juntos, sin embargo la práctica totalidad de críticos e historiadores no solo no la mencionan a ella, sino que  incluso alguno como Sigfried Giedion “entiende que Alvar la incorpora en los créditos porque es un caballero”. Las investigaciones actuales, con datos aportados por colaboradores, por sus propios hijos y por su correspondencia demuestran que Aino fue una mujer contemporánea por excelencia: arquitecta, diseñadora, empresaria, esposa y madre.

Debido a la arrolladora personalidad de Aalto, Aino se encargaba del trato con los promotores, de transformar los croquis en arquitectura, de dirigir su empresa Artek, de diseñar muebles, espacios y  objetos (el vaso Savoy por ejemplo). Así, no es fortuito que la fama internacional de Aalto fuera, precisamente, como diseñador de mobiliario. Proyectaron juntos lo que para muchos son los mejores proyectos atribuidos exclusivamente a Aalto; la Biblioteca de Viipuri, el Sanatorio Paimio o la la Villa Mairea entre otros.

Mujer comprometida, incansable trabajadora y de gran sensibilidad estética. Su prematura muerte fue un punto de inflexión en la vida personal y profesional de Aalto: “Harvard no es nada, el MIT no es nada. Lo más importante es el poder creativo de Aino”, escribió. Y Bruno Zevi afirma como  “la ausencia de su perfeccionista compañera restó valor a su obra posterior”.

Alvar Aalto quedó destrozado tras la prematura muerte de Aino, “….seguramente esto también contribuyó a que la figura de Aino cayera en cierto olvido durante décadas: Alvar ni siquiera podía mencionar su nombre”. Sin embargo, tres años después se casó con una arquitecta 24 años más joven que trabajaba en su estudio. “Como si fuera el tronco de un abedul preparado para transformarse en un mueble, la moldeó hasta convertirla en su ideal de mujer: le pidió que se alisara el pelo, le decía cómo debía vestirse e incluso le cambió el nombre de Elsa Mäkiniemi a Elissa Aalto”.

A medida que él fue envejeciendo, Elsa se hizo cargo de la dirección del estudio. No es casual que obra de Alvar Aalto sea internacionalmente conocida en esa época. Ella hablaba varios idiomas y se encargaba de dirigir las obras, algunas de ellas finalizadas muchos años después de morir él. Durante 20 años se dedicó a ultimar proyectos inacabados y a proteger su obra contra gratuitas modificaciones.

Como colofón de lo expresado no hay más que observar la tumba donde yacen los tres, situada en el cementerio de Hietaniemi. Diseñada por Elsa, quien importó de Italia un capitel jónico del siglo XVIII por la admiración que Alvar Aalto sentía por la arquitectura clásica, además rompe la geometría de la lápida rectangular que lleva grabado el nombre del arquitecto con una tipografía que dobla en tamaño al de sus dos esposas, cuyos nombres aparecen bajo le suyo…

Hasta en su última morada, se manifiesta injustamente su lugar y su papel.

 

 

Antonia M. Pérez Naya