El brutalista (The Brutalist, 2024)… o el tópico de la arquitectura

01/03/2024

 

Esta larga, si bien no gran película, nos cuenta una historia ya conocida: el íntegro genio sufriente salvado por una mujer que, aunque también sufre por circunstancias semejantes, renuncia serenamente* a sus propias aspiraciones profesionales, pues la atención a una tarea superior, cual es la obra individual de un hombre blanco, joven, avalado y en connivencia con el poder, así lo requiere y además se da por bien hecho; incluso tal proceder se ha identificado (¿ya no?) como muestra de amor femenino.
El gran encargo arquitectónico proviene del capricho de quien puede y está acostumbrado a permitírselos. Dicho sujeto valora una obra que inicialmente ha rechazado, no obstante, lo hace simplemente por pura conveniencia, como fuente de prestigio social y cultural.
A partir de ahí efectúa el abordaje, y el genio torturado cae con gusto en la celada ya que su anhelo es proyectar su ego a través de su obra; en esto coinciden el promotor poderoso y el arquitecto supuesto idealista. Indudablemente, quien ostenta el poder lo ejerce y cuando este debe mostrarse de una manera evidente, no queda más que acatar, no hay respuesta posible porque no hay respeto ni objetivo común. Vemos un ego poderoso que ejerce la violencia sobre otro ego sometido. El proyecto que los une es la expresión de dos vanidades masculinas sólo en apariencia colaborativas.
Independientemente de las semejanzas del protagonista con Marcel Breuer y de las inexactitudes temporales, algo que podría considerarse admisible en beneficio del relato, este nos presenta una visión de la arquitectura encarnada en la inefable figura del arquitecto, que no de la arquitecta, ya que a esta nunca se le hubiera permitido tal osadía. Pernicioso retrato resistente aún en el siglo XXI.
Resulta extemporánea la exaltación de un personaje a través del cual se somete el propósito de la arquitectura a objetivos individuales, básicamente un mero medio de expresión personal. La meta es lo importante, se proclama en la película, no el camino; así se escenifica en el lamentable epílogo en el cual el arquitecto llega a alcanzar el ansiado reconocimiento, debiéndose explicitar al mismo tiempo el significado de la obra arquitectónica, pues no parece que se haya conseguido en más de tres horas de metraje.
Nos viene a decir que la arquitectura no tiene que ver con las personas, tampoco con el lugar, sino únicamente con la voluntad de quien quiere, puede y se impone hacerlo.
Nefasto mensaje. Guardaos de intentarlo jóvenes diletantes, el poder os hará creer que sois una/o de ellos/as, os deglutirá y sólo llegareis a ser un engranaje más de la maquinaria a su servicio.

* “se supone que la serenidad es uno de los personajes protagonistas de la personalidad cultural de la feminidad anticuada. La mujer es serena y aguanta”. Levy, Deborah (2019). El coste de vivir.


Para saber un poco más:

Zabalbeascoa, Arantxu: `The brutalist´y lo peor de la arquitectura en Del tirador a la ciudad. El País, 11 febrero 2025.

 

Margarita Lorenzo Durán