01/02/2022
En un periodo de progresiva banalidad y superficialidad, las contribuciones de Elisa Valero resultan imprescindibles para reenfocar nuestra mirada. La honestidad de su trabajo, su coherencia, es transversal a un ejercicio profesional sin fisuras y lleno de vasos comunicantes. En un ejercicio consciente por su parte, resulta complejo distinguir entre su propuesta edificada, sus contribuciones escritas y su implicación académica. Un esfuerzo de exigencia máxima que, comenzando por su trabajo, considera extrapolable a toda contribución arquitectónica.
Elisa Valero ha combinado su actividad académica y la realización de proyectos de forma constante con una precocidad reseñable. Sus inicios profesionales fueron en México, sobre una obra de Felix Candela y, a su regreso, fue premiada por sus primeras realizaciones, que ya mostraban una arquitectura austera pero sin renuncias a lo esencial. Dirige su propio estudio desde 2002, prodigándose en colaboraciones con arquitectos y arquitectas pero sin renunciar a un enfoque personal que le ha valido el premio Swiss Architectural Award 2018, siendo la primera mujer en el mundo en ganarlo. En el campo académico, es Catedrática de proyectos en la Universidad de Granada desde 2012, cuando apenas tenía 40 años.
La reciente publicación de “La Teoría del Diamante y el proyecto de arquitectura”, que tuve la suerte de recibir de manos de la propia autora hace apenas unos días, recoge esta síntesis de actitud profesional que reconoce influencias y describe compromisos. Leer su libro, u observar su obra, si acaso fuese posible establecer distinciones, es una enumeración constante de referencias y el registro de un aprendizaje atento, a través de Candela, Martí Arís o Jiménez Torrecillas, entre otros.
Pero, por encima de todo, Elisa Valero relata su compromiso con los lugares, con el medioambiente, con los materiales, con la libertad y con la calidad de lo realizado.
Al entender al lugar como referencia seminal se aproxima de un modo simultaneo a quien lo ocupa y a las trazas que ha dejado la memoria. Es una actitud de respecto y conocimiento imprescindible para garantizar un camino coherente. De mismo modo, el respecto al medioambiente no se muestra como una proclama preliminar sino una actitud ética frente a lo superfluo, evitando excesos y simplificando procesos. En esa línea, una referencia recurrente en su descripción de la “luz como el principal material en la arquitectura”. Lo sutil, lo cambiante, lo emocional son, en consecuencia, tan relevantes como la piedra, el hormigón o el vidrio.
Frente a lo tangible de los tres compromisos relatados –el lugar, el medio ambiente y el material-, la importancia de la libertad creativa y la calidad, es más compleja en su definición pero igualmente irrenunciable. Al reclamar la experimentación y la cualidad de los espacios prescindibles reclama la trascendencia de un “oficio arriesgado”, que no puede caer en la simplificación y el conformismo de lo ya existente. Un alegato colectivo que resulta mas necesario que nunca.
Por encima de todo, quizás el mayor compromiso de Elisa Valero sea con ella misma. Con el trabajo honesto. Con la exigencia como principio.
Para saber un poco más: