01/02/2023
Cogerle gusto al deporte, siendo mujer, no es tarea fácil.
A mí, las clases de educación física se me hacían interminables. Detestaba correr sin parar, cambiarme de ropa delante de mis compañeras, repetir por enésima vez el test de Course-Navette y tener que participar en deportes que no me interesaban y en que ellos chupaban pelota y nos dejaban sin jugar.
Así que siempre pensé, como muchas otras mujeres (incluida mi madre), que el deporte, simplemente, no se me daba bien. Y punto.
No fue hasta muchos años después cuando me enamoré del trekking y empecé a poner a prueba mi mente y mi cuerpo con rutas cada vez más exigentes.
Resulta que no solo me gusta el deporte, sino que me apasiona. Y me pregunto: ¿por qué antes no?
Hablemos del origen de este problema, que viene dado en gran medida por el grado de libertad para jugar del que parten las niñas; y la responsabilidad arquitectónica que tenemos nosotras para revertir ese proceso.
El ejemplo más evidente sucede en el patio del colegio: si bien en España no existe una normativa específica para su diseño morfológico, su distribución espacial se realiza invariablemente en torno a las canchas deportivas, que se posicionan en el centro, mientras que los márgenes libres son el espacio de reunión en el que eventualmente pueden suceder otro tipo de juegos. Es decir, se generan espacios de uso no mixto en que un área grande, bien posicionada, es ocupada por ellos, y el espacio residual es ocupado por el resto.
Acciones sencillas como introducir zonas verdes no pavimentadas para potenciar el contacto con la naturaleza o fragmentar el espacio en varias zonas cubiertas y al aire libre en las que puedan surgir interacciones de privacidad e inclusión pueden llegar a romper estas dinámicas; del mismo modo que dedicar igual relevancia a juegos físicos y juegos simbólicos, fomentar la lectura, poner música, promover deportes diversos como saltar a la cuerda, bailar, jugar al brilé, introducir elementos de juego temporales o incluso organizar una asamblea para decidir colectivamente qué actividad se realizará cada día.
Es necesario darle la vuelta a esta situación de desaprendizaje para transformarla en una experiencia que sea mutua, fluida e inclusiva. Una experiencia que todxs podamos valorar positivamente y que nos empuje a tener ganas de correr de nuevo. Y para ello, es relevante salpicar el patio de diversidad tanto arquitectónica como pedagógica.
Para saber un poco más:
Saldaña Blasco, Dafne (Ortiz Guitart, Anna, dir. Tesis): El espacio como agente coeducador. Participación y transformación feminista de patios escolares en Santa Coloma de Gramenet. Universitat Autònoma de Barcelona,2021
http://hdl.handle.net/10803/671684