CARMIÑA y la sororidad

Carolyn Steel

09/06/2022

 

El mismo año en que Peggy Guggenheim decidió mudarse a Venecia, Carmiña vio pasar a Matilde por delante de la ventana de su cocina.

Matilde, con un hatillo de ropa sucia y la enorme barriga de su preñez, iba de camino al lavadero. Al rato la vio volver, sin la ropa y con su hijo recién nacido acurrucado en el mandil. En los días siguientes al parto, Carmiña llevó las ollas de comida preparada para la familia de Matilde, puso su ropa al clareo y atendió a la parturienta y a su bebé.

Carmiña desconocía la existencia de la palabra sororidad pero, como infinidad de mujeres gallegas en los años cuarenta, la ejercía día a día.

Practicaba la sororidad cuando bañaba a los alumnos de su marido al terminar las clases de la semana. En el pilón de agua fría despiojaba y aseaba a los hijos de otras mujeres cargadas de trabajo y abuso en un mundo de miseria y atraso.

La solidaridad entre mujeres en un momentos crueles, como cuando les llevaba comida a los hermanos maquis de dos amigas porque a ellas no les sacaba ojo la Guardia civil , o festivos , cuando arregló la cremallera del vestido de una cantante de orquesta al explotarle con tanto contoneo de cadera.

Carmiña presumía al contar como engañaba su marido pagando en secreto una cuota para poder disfrutar de una pensión el día de mañana, se enorgullecía de haber ayudado a su amiga Maruja a repartir la ropa que ésta cosía a escondidas de su esposo ” porque a él no le gustaba que trabajase”. Engañaban a sus maridos para mantener “la paz del hogar”  que se vería rota por tamaña osadía de independencia femenina, en un entorno donde era el hombre el que traía el dinero a casa.

Ella y sus cinco hermanas formaban un clan de matriarcas que fueron siempre nuestro ejemplo y el asombro de los hombres de nuestra familia. Su funcionamiento tenía tintes de “sociedad secreta”, era tal el éxito de la “agrupación”, que ellos no podían más que callar y hacer que no sabían que existía.

El clan rezumaba protección y ayuda en forma de préstamos de dinero, ropa heredada, trabajo remunerado, alojamiento. Su fortaleza se apoyaba en la empatía y el altruismo y ellas acudían a él para resolver sus vidas. El clan se movilizó cuando Carmiña quiso que su hija estudiase una carrera en contra de la opinión del padre, cuando se quedó viuda, cuando quiso comprarse un piso en Coruña …

Carmiña nos decía que los hombres pensaban que eran ellos los que decidían y que no importaba que lo siguieran creyendo, pero que éramos nosotras las que resolvíamos, por eso es tan importante nuestra independencia económica.

La red de mujeres que fue construyendo a lo largo de su vida proporcionó a Carmiña una riqueza muy diferente a la de Peggy Guggenheim. Su riqueza era afectiva, gracias a sus sus acciones se crearon lazos de amistad eterna que le proporcionaron un confort emocional en un entorno especialmente adverso. Su ejemplo de mujer poderosa es, para su hija y  sus nietas, la mejor herencia que nos pudo dejar.

 

Mayra Sanjuán Pedreira